domingo, 16 de noviembre de 2014

Más apuntes de Lengua

Aquí os dejo una copia de la tercera entrega de apuntes de Lengua, que dejaré en conserjería mañana día 17.
Página de portada.
Apuntes (18 páginas.)


jueves, 6 de noviembre de 2014

Métrica

Os recuerdo que en este blog existen algunas entradas sobre métrica. Para ello solo tenéis que pinchar en la etiqueta correspondiente, a la derecha las encontraréis ordenadas por orden alfabético.

Acabo de encontrar una página bastante curiosa sobre métrica. Este material educativo fue elaborado por IP Learning E-ducativa SL para la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León (mayo de 2007).

Pincha en esta imagen para abrir este recurso:



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domingo, 2 de noviembre de 2014

Sobre la escritura

Os pongo una carta de un profesor de ADE a sus alumnos:

Lectura nº 1
Acerca de la correcta expresión escrita

Como se sabe, el texto escrito es uno de los medios con los que nos comunicamos personal o profesionalmente con los demás, transmitiendo informaciones, opiniones, sentimientos o necesidades a personas que no tenemos delante. Ahora bien, para cumplir su finalidad de comunicación -la transmisión de aquello que queremos comunicar y no otra cosa-, no basta con que el texto recoja tal contenido, sino que, además ha de estar bien escrito, pues sólo así se puede estar seguro de que su destinatario va a hacerse una idea clara de lo que se le quiere decir con él. Y es en este punto precisamente -la buena escritura de un texto-, donde, a la vista de lo que viene ocurriendo últimamente convocatoria tras convocatoria, radican las deficiencias más ostensibles de la gran mayoría de los matriculados en las asignaturas de las que soy responsable.

Claro está que la réplica inmediata a esta observación mía es sobradamente conocida: «pues para evitar tal desaguisado, lo único que tiene que hacer es proponer otro tipo de exámenes que no precisen que los alumnos tengan que expresarse extensamente por escrito, ya que, a fin de cuentas, Vd. de lo que es profesor y de lo que examina es de Hacienda Pública, no de Gramática, Lengua o cosa que se le parezca». Tal es, en resumen, lo que no pocos alumnos (y por increíble que parezca, también algún que otro colega) no han tenido el menor reparo en decirme en numerosas ocasiones, así como también eso otro de que: «total, ¡qué más da cómo está escrito!, lo que de verdad importa es lo que se quiere decir».

Pues bien, aun a sabiendas de que no son estos tiempos de posiciones pedagógicas firmes, dadas la dimensión que ha alcanzando este problema y la frecuencia con que vengo oyendo las mentadas respuestas, voy a hacer algunas consideraciones sobre este particular a fin de que, conociendo mi posición al respecto, puedan hacerse una idea de las exigencias que comporta la superación de esta asignatura.

Desde luego, sé perfectamente que por mucho que en sentido contrario se proclame, la mayoría de las personas no creen que saber leer y escribir bien sea algo importante. Lo que sin embargo no deja de sorprenderme, y mucho además, es que alumnos de segundo o tercero de carrera no hayan reparado lo más mínimo en que la lengua no sólo es un instrumento de comunicación, lo que no es poco en un mundo tan interconectado como el actual, sino que además también es un medio de creación del pensamiento, pues, aunque cueste creerlo oyendo expresarse a muchos, pensamos con el idioma, o por lo menos éste interviene de forma decisiva en la conformación de nuestro pensamiento. Esto tiene dos implicaciones acerca de las que aquí quiero llamar la atención: de un lado, que la potencialidad de nuestro pensamiento, entre otros factores, viene determinada por la riqueza del idioma con el que pensamos; y de otro, que quien no sea capaz de aplicar correctamente la lógica del lenguaje, que es la más sencilla de todas las estructuras mentales posibles, difícilmente va a estar en disposición de comprender y aplicar cualquier otra, como pueda ser la lógica de las Matemáticas, la de la Economía, etc. Así que, y es lo primero que quiero dejar claro, cuando insisto en la necesidad y obligación que tienen de redactar correctamente, en lugar de estar ocupándome de un problema de formas como tópicamente se me suele reprochar, lo que estoy haciendo es abordar un problema básico y fundamental del esfuerzo intelectual de mis alumnos, cual es el de su capacidad para producir ideas y trasmitírselas a sus semejantes.

Pero si chocante es el desconocimiento que tienen Vds. de esta importante función del lenguaje, mucho más sorprendente me parece aún que, cifrándose el éxito social como hoy en día se hace por el dinero y la fama (asunto en el que ni entro ni salgo), personas que con grandes sacrificios y no pocos esfuerzos aplican parte de sus recursos en conseguir un título que les habilite para el ejercicio profesional, consideren inútil para su proyección laboral, o cuando menos escasamente útil, tener la capacidad de expresarse correctamente por escrito, porque la contradicción en la que es- tán incurriendo no puede ser más flagrante. En efecto, da la impresión de que estas personas no han reparado en que cursar una carrera no les va a reportar fama en absoluto, ni en que las posibilidades de hacer fortuna con el título, de existir, sólo les van a venir dadas por sus logros y aciertos en el ejercicio de la profesión estudiada; y a este respecto la realidad presente no puede ser más contundentemente desalentadora, pues, como advertía hace tiempo un rotativo nacional (El País 19.10.08), cada día es más frecuente que los recién titulados, por lo general con numerosas y graves deficiencias expresivas, encuentren cada vez mayores dificultades para acceder a los puestos de trabajo relativamente más abundantes para ellos, pues en los mismos (casi todos en el sector servicios) la capacidad de comunicación y de persuasión es requisito indispensable. Y ya me contarán Vds. cómo es posible desarrollar dotes de comunicación y persuasión con una casi total falta de expresión por medio del lenguaje.

Pero es que si sólo encuentro el adjetivo «irresponsable» para calificar la conducta de los estudiantes respecto a su capacidad de expresarse por escrito, no encuentro calificativo alguno con el que adjetivar apropiadamente la de buena parte de los do- centes respecto a tal cuestión. Y es que, en mi opinión al menos, permanecer como si con uno no fuera la cosa ante el progresivo aumento de las limitaciones expresivas de los estudiantes de cuya formación, aunque sólo sea parcialmente, se es responsable, es una actitud que automáticamente nos convierte en cómplices del hecho de que buena parte de ellos no vayan a poder ascender nunca en la escala social, o cuando menos, de que no cuenten con los apoyos que para ello deberían contar; pues el profesor que, consciente o inconscientemente, apuesta por la inhibición en este asunto está consolidando una grave injusticia, ya que siempre habrá otros es- tudiantes, en otras universidades o en la misma, a los que la responsabilidad de sus docentes o las posibilidades económicas con las que se desenvuelven les permitan acceder a mejores instrumentos de pensamiento y expresión, lo que siempre redundará en sus mayores posibilidades de éxito profesional y laboral. Es por ello que, a pesar de lo extendido -incluso entre los docentes- de la idea de que la instrucción en materia de lenguaje (sintaxis, ortografía, etc.) y, en su caso, la sanción de los errores cometidos en ella son incumbencia exclusiva de los titulares oficiales de la enseñanza de Lengua Española, yo creo firmemente en todo lo contrario: que todo profesor, de la materia que sea, que enseña en una lengua es también, le guste o no, profesor de la misma, por lo que tiene la obligación ineludible de subsanar los errores y carencias de expresión oral o escrita que sea capaz de detectar y corregir en sus alumnos, al igual que tiene la ineludible obligación de corregir los errores que sus alumnos cometan en otras materias en las que sepa que están cometiéndolos, co- mo, por ejemplo, equivocaciones en operaciones básicas de cálculo matemático, ubicaciones geográficas erradas, etc.

Hechas las observaciones anteriores, tengo también que decir que esto mismo vengo repitiéndolo todos los principios de curso desde octubre de 2006 sin que aquellos a quienes va dirigido hayan hecho, en general, el menor caso. Al menos hasta que se hacen públicos los resultados de los exámenes de enero/febrero y el subsiguiente proceso de revisión y comentario de lo hecho en ellos (mejor lo no hecho). A partir de entonces sin embargo, el asunto de la correcta expresión escrita pasa a ser cen- tro de atención y motivo principal de discusión en el foro general de la asignatura así como de cuantas consultas y reclamaciones hacen al responsable de la misma en la Sede Central. Así que, como «aviso a navegantes» que dice la expresión popular, quiero dejar bien claro desde el primer momento otra vez que, además de un conocimiento razonable de los contenidos de su programa lectivo, la superación de esta asignatura pasa porque en los exámenes que realicen pongan de manifiesto que son capaces de escribir con un mínimo de coherencia y rigor acerca de lo que han estudiado y se les pregunta.

¿Y qué es exactamente lo que ha de entenderse por poner sus respuestas por escrito con coherencia y rigor en este contexto? Pues no desde luego lo que hasta la fecha me han hecho ver la mayor parte de los alumnos que entienden por tal, ya que correctamente escrito no quiere decir en absoluto que hayan de tener un estilo literario depurado, elegante, preciosista o ameno (¡Ojala así fuera!, o por lo menos, cualquiera de estos atributos ya los quisiera yo para mí). No, lo que se quiere decir con un examen rigurosamente escrito es que los textos con que se contesten a los distintos tipos de preguntas planteadas (breves, de respuesta no extensa o de desarrollo) sean claros, estén correctamente redactados y resulten legibles. Ser claro en la redacción supone ser específico, mantenerse en lo auténticamente relevante, tanto en el discurso principal como en la exposición de los aspectos conexos, así como seguir una secuencia lógica en la progresiva exposición de las ideas con las que se está respondiendo. Por su parte, la correcta redacción supone la concordancia y el respeto para con las normas sintácticas y ortográficas al uso, algunas de cuyas transgresiones más habituales como son las discordancias de género y número, las defectuosas conjugaciones verbales o las faltas de ortografía y acentuación, se subsanan fácilmente si se tienen unas nociones básicas de gramática con una atenta lectura de lo hecho antes de entregar el examen. Finalmente, con la legibilidad me estoy refiriendo a que el texto con el que se responde sea sistemático, su contenido tenga lógica interna y, además, esté escrito con una grafía que permita su lectura sin tener que dejarse los ojos en él.

Y hasta aquí lo que con total seguridad a más de uno le parecerá una perorata que no viene a cuento a estas alturas, pero que a la vista de cómo redactan los exámenes y, sobre todo, los resultados globales que están teniendo lugar en las últimas convocatorias, me veo obligado a dejar bien claro desde el principio de curso. Así que, tengan bien presente que esta asignatura forma parte de un plan de enseñanza superior, por lo que lo mínimo que cabe exigir a los matriculados en ella es que, al margen de la mayor o menor cantidad de conocimientos que sobre esta materia lleguen a adquirir, sean capaces de exponer correctamente por escrito, con un mínimo de rigor y coherencia, aquello que a lo largo del curso han aprendido por haberlo estudiado.

Septiembre de 2013 León J. Sanchíz

Preposiciones

Aquí encontraréis un interesante artículo sobre las preposiciones:

El gusto por lo corto. Hoy: el estilo no está en las preposiciones (tercera y última parte). Luis Magrinyà, El País, 31 Oct. 2014